LA CULTURA SOLAR EN EL ANAUAK

Publicado en la revista electrónica Hiram Abif año 1 No. 8 en octubre del 2000

¿Politeísmo o panteísmo?
A partir de la conquista española, los habitantes de mesoamérica fueron calificados de politeístas. Esto, a razón de un malentendido sobre el sufijo "teotl", por su parecido con el Theos griego. Teotl no debe ser interpretado como Dioses, sino como manifestación divina. Así, podemos simplificarlo como patrones, o Señores. El único caso en el que teotl significa Dios (el único), es cuando hablamos de Ometeotl (el señor de la dualidad, o el sistema dual, dividido en la pareja divina, Omecihuatl y Ometecuhtli).
Para definirlo mejor, podemos hablar de otras formas de nombrarlo, como Tloque Nahuaque (el que está en todo), o Yohualli Ehécatl (invisible como la noche e impalpable como el viento), omnipresente e indefinible. Podemos pensar en el innombrable, no por una prohibición a nombrarlo, sino por la imposibilidad de precisar su verdadera naturaleza. Ometeotl es el origen de todo, el centro y punto de partida.
Para los antiguos mexicanos, toda manifestación de Ometeotl es un sistema dual, tanto en el mundo material como en el inmaterial. De hecho, existen muchas dualidades superpuestas, donde, en la materia un mismo patrono puede tener dos formas de accionar (Tláloc-Chalchiuhtlicue), o la misma acción puede manejarse en la materia y en la esencia (Quetzalcóatl-Dios/Quetzalcóatl-hombre).
Es asombrosa la claridad geométrica de las definiciones toltecas del cosmos. A partir del punto de partida, tenemos a Ometeotl quien, al proyectar su naturaleza dual, se separa en dos rayos, Ometecuhtli y Omecihuatl, los principios masculino y femenino de la esencia. Pero estos, a su vez, tienen una proyección material, Tonacatecuhtli y Tonacacihuatl (de Tonal, materia), como el sistema dual que crea nuestra carne, habitualmente traducidos como señor y señora de nuestro sustento.

Proyección en la materia
Al "tocar tierra", el sistema Tonacatecuhtli y Tonacacihuatl se manifiesta en los cuatro tezcatlipocas, o direcciones (puntos cardinales). Estos son:

Blanco

Rojo

Azul

Negro

Quetzalcoatl

Xipe-Totec

Huitzilopochtli

Tezcatlipoca

Oriente

Occidente

Sur

Norte

Aire

Fuego

Agua

Tierra

Serpiente emplu-
mada (dragón)

Nuestro señor
el desollado

Colibrí de la izquierda,
o colibrí siniestro

Espejo humeante,
o espejo empañado

que podemos imaginar como un cuadrante o rosa de los vientos. Pero existe una "quinta dirección", o Centro, el eje que conecta a Ometeotl con el plano terrestre. Esto puede verse como un prisma triangular de base cuadrada, con el eje soportando la estructura. Y, si continuamos este eje hacia abajo, tenemos la conexión al Mictlán, o mundo de los muertos, donde el sistema dual son Mictlantecuhtli y Mictlantecihuatl, pero el punto central del eje es de nuevo Ometeotl. Esta es otra de las formas de manifestarse la dualidad.

Creación de los soles
La sabiduría tolteca sostiene que, antes de nuestra era, habían existido ya cuatro etapas anteriores, o formas de fundamentar el Universo, llamadas Soles:
Nahui Ocelotl.- Cuatro jaguar, dura 676 años, y termina cuando los hombres fueron devorados por los tigres o jaguares.
Nahui Ehécatl.- Cuatro viento, dura 364 años, hasta que el viento se llevó a los hombres, transformándolos en monos.
Nahui Quiahuitl.- Cuatro llovizna, 312 años, y, al llover fuego sobre los hombres, estos se vuelven gallinas.
Nahui Atl.- Cuatro agua en que, al cabo de 676 años, el agua destruye a la humanidad, transformando a todos en peces. Es el único Sol donde se registra la salvación de una pareja humana, Tata y su esposa Nene, a quienes Tezcatlipoca (negro) guarece en el tronco de un ahuehuete (árbol viejo).

El quinto sol
Nahui Ollin, u Ollin Tonatiuh, es la era en que nosotros vivimos. Se traduce como Cuatro movimiento, o el sol del movimiento. Cuando Ometeotl crea al astro rey, este permanece estático. Quetzalcoatl, en su manifestación de Tlahuizcalpantecuhtli, toma una flecha para disparar al sol, pero falla en el intento. El sol se comienza a mover, pero, a su vez, flecha a Quetzalcoatl, partiéndolo en otra dualidad, Venus y Xolotl, la estrella matutina y vespertina, que toman el papel de mensajeros de Tonatiuh. Este último es rojo como el Occidente, pero regidor de Oriente, representado por un águila cuyas plumas son las nubes que ocasionalmente lo ocultan.

Popol Vuh
Contraponiéndose a nuestros cuatro soles anteriores, el pueblo maya reconocía sólo tres intentos de creación del hombre. En la cuarta creación, la definitiva, el hombre salió perfecto ("cuatro varones hermosos; pensaban, percibían y con la sola vista alcanzaban su meta"). Y era tal su visión y percepción que, arrepentidos de haber creado a alguien igual a ellos, los señores dialogaron, acordando que el Corazón del Cielo (el sol), soplara sobre sus ojos que, como espejos, se empañaron y se cegaron hasta que sólo vieron lo que estaba más cerca. Esto coincide con la definición de Tezcatlipoca, el espejo humeante o empañado, regidor de la dirección Norte.

La humanidad del quinto sol
Al estar ya los astros en movimiento, Quetzalcoatl en su papel de Xólotl realiza varios intentos de penetrar en el Mictlán, para robar los huesos de la humanidad anterior. Cuando lo logra, sale con ellos en un costal, los pulveriza y derrama sobre ellos chalchiuitl o sangre. Es importante notar que el Chalchiuitl (jade) es símbolo de la sangre, y se traduce como "lo más precioso". Y que la señora de "la falda de jade", Chalchiutlicue, es la patrona del agua terrestre y la fecundidad. Al recibir esta sangre o esencia divina, los huesos se transforman en nosotros, los habitantes del quinto sol.
Esta leyenda ha sido audazmente interpretada de manera que Quetzalcóatl como Venus, con su forma esférica, es la célula, y los 20 días del tonalpohualli (calendario azteca) son las combinaciones del ADN, entonces la nueva humanidad toma el código genético de Quetzalcóatl, y la materia de los restos de las eras anteriores, que ha pasado ya por una etapa subterránea, oscura, y entra en renovación al contacto con la luz blanca de la dirección Oriente. Esto mismo nos explica, a nivel biológico, nuestra dependencia directa hacia el movimiento del Sol, de donde surgen los ciclos agrícolas y nuestras posibilidades de crecer como seres vivos.

Ana Zarina Palafox Méndez
Viernes 25 de junio de 1999

 

Índice de artículos Página principal